lunes, 7 de marzo de 2016

Capítulo 1

Me despierto con los rayos de sol que me dicen que ya ha llegado la mañana y miro la hora en el móvil. Las 6:20. Debería haber bajado las persianas por la noche, porque esta no es mi hora de levantarme. Mi alarma suena a las 6:50, pero bueno, ya que estoy despierta me voy a preparar para el instituto porque ahora ya no voy a conseguir dormirme de nuevo. 
Cojo el móvil, abro la cámara y me miro. Sí, sé que existen los espejos, pero es una mala costumbre que tengo. Me miro detenidamente. Mi pelo es liso y negro como el carbón. Muy negro. De pequeña no me gustaba porque siempre veía chicas con pelo rubio y castaño super bonitos, pero apenas veía pelos negros. Ni siquiera mis padres tienen el pelo negro, quizás me venga de mis abuelos, pero los de parte de mi padre son castaños, y los de parte de mi madre ni idea porque no los he visto en la vida, y cada vez que pregunto sobre ello mi madre cambia de tema. Qué se le va a hacer. Bueno, el caso es que desde que vi Pocahontas me empezó a encantar mi pelo, además lo tengo por la cintura y lo cuido como a mi propia vida. Mis ojos son almendrados y de color miel, y mis labios son finos con el arco de cupido pronunciado. Ahora parece que están de moda los labios super gruesos tipo Kylie Jenner, pero a mí mis labios me parecen bonitos así. Quizás tengáis la imagen en la cabeza de una chica preciosísima, pero la realidad es que soy bastante normal. 
Por cierto, mi nombre es April y nací en Abril. Qué graciosos mis padres, ¿verdad? Ya se les podría haber ocurrido otra cosa. Cuando tenga un hijo le llamaré como el día de la semana en que ha nacido. ¿Que has nacido un jueves? Pues ale, jueves te llamas. Para seguir la tradición de mis graciosos padres (en realidad lo llamaré Andrew si es chico y Krystal o Kate si es chica, pero dejemos la bromita ahí). Vivo en Calgari, Canadá, una ciudad muy bonita, aunque antes vivía en Toronto, pero mis padres encontraron trabajo aquí y nos mudamos cuando yo tenía un año, así que he pasado básicamente 16 años aquí.
Debería dejar de mirarme ya, que al final hasta llegaré tarde. -Pienso en voz alta.
Me levanto de la cama y me dirijo al aseo a hacer mis necesidades y a arreglarme. No tardo mucho, ya que mi pelo con cepillarlo un poco ya es suficiente, y el único maquillaje que me pongo es la raya del ojo y un poco de brillo en los labios. Cojo la mochila de una asa y bajo las escaleras hacia la cocina corriendo, con tan mala suerte que, de alguna manera, me enredo en la otra asa de la mochila y acabo en el suelo.
-¡April!¡April! ¿Estás bien? - Escucho a mi madre gritar mientras viene hacia mí.
-Auch. -Me quejo.- Sigue sin mí, mamá, si me coges te van a atrapar, sálvate tú. -Digo en tono dramático simulando una película.
-Eres una payasa.
Se agacha, me coje de la mano y me ayuda a levantarme. Algún día de estos mi madre me va a abandonar por las tonterías que digo, aunque ya está acostumbrada y a veces hasta le hacen gracia.
-¿Te has levantado demasiado pronto, no?
-Échale la culpa al sol, que no tiene otra cosa mejor que hacer por las mañanas que levantarme antes de que suene mi alarma. -Bufo.
-Quizás deberías haber bajado la persiana en vez de echarle la culpa al pobre sol. Anda, ven a desayunar. He hecho tostada de la mermelada esa rara que compraste el otro día. -Señala el bote que está encima de la encimera y después se gira y se sienta en la silla para beberse su café. Mi madre ama el café. Yo soy más de beber una taza de chocolate caliente, aunque el cafè no me disgusta.
-Mermelada de arándanos, mamá.
-Sí, sí, eso.
Enciendo la televisión mientras desayuno. Cambio de canales sin encontrar nada realmente interesante, así que dejo unos dibujos animados con unos personajes que a mi parecer estar un poco mal dibujados, y con un humor bastante simple. Todas las mañanas enciendo la tele con la esperanza de encontrar algo interesante, pero no sé ni por qué lo intento, si siempre echan las mismas cosas. Al final opto por apagar la televisión, ya que realmente no me gustan estos dibujos animados. Los que veía de pequeña eran mucho mejores, Doraemon, Scooby Doo, y un gran etcétera. Qué recuerdos. 
Termino de desayunar, dejo el plato en el fregadero y me dirijo hacia la puerta para salir.
-Adiós mamá, ¡ten un buen día en el trabajo! Y dale a papá los buenos días de mi parte. -Mi padre trabaja en una oficina, y entra a trabajar a las 9, así que cuando yo me voy por las mañanas el aún está dormido y no me puedo despedir de él.
-Vale April, igualmente. -Mi madre se despide con una sonrisa gigante en el rostro. Tengo una madre demasiado guapa.

Antes de salir me echo un último vistazo en el espejo de la entrada. Me levanto la camiseta y dirijo mi vista hacia las dos grandes marcas que hay en mi espalda y que me acompañan desde que nací. No son dos cicatrices, ni mucho menos. Son... ¿cómo decirlo? Son marcas de lo que soy.

miércoles, 16 de abril de 2014

Hablemos de ti (o de nosotros.)

La gente habla de drogas, pero nunca han probado tus labios, eso sí que engancha.
Esos labios sabor miel (tan dulce) pero a la vez sabor café (tan amargo), hacen una mezcla de la que cualquier persona que los pruebe, quiera repetir y repetir y repetir. Hasta yo, que soy de no engancharme mucho a las cosas, de cansarme rápido de todo, no los puedo olvidar.

Y qué decir de tus lunares. Esos que a primera vista no son nada, pero que si te fijas, son un mundo. Te hacen sexys, creo yo. Cada vez que encuentro uno nuevo, lo uno con el anterior, repasando cada línea con mi dedo, provocándote un escalofrío y provocándome otro a mí. Y así, de tanto unir líneas, formo una historia en tu espalda que le contaré a nuestros hijos y a nuestros nietos.

Vale. Hablemos ahora de tus ojos. Nadie puede decir que se ha perdido si nunca ha mirado tus ojos, eso sí que es perderse, pero no como perderse por las calles de un pueblo cualquiera, es perderse por las calles de París. Mirarlos es como adentrarse en el mar, como ahogarse en un pozo sin fondo, del que no puedes salir nunca, pues así, solo que aquí en vez de no poder salir del pozo, no puedes dejar de mirarlos. Son tan claros, tan azules, esconden tantos secretos...

¿Que más? Bueno, que más da. Eres la perfección en persona. Tal cual.

domingo, 13 de abril de 2014

El amor duele.

Decidió salir, perderse por las calles de Madrid, dejar que por un momento todos los malos momentos del día se disiparan, que los problemas desaparecieran. Porque eso es lo que pasa los días de lluvia como esos, ¿no? Te olvidas de todo. Ella quiso hasta olvidar como amar, y olvidar como llorar. Aunque posiblemente si olvidaba lo primero, olvidaba lo segundo. Sí, sufría mal de amores. Quizá se enamoraba muy rápido y en el primer abrazo que daba, le clavaban el cuchillo por la espalda. Quizá por eso se vendaba los ojos (por el amor a primera vista), se ponía los cascos con el volumen a tope (para no enamorarse de ninguna voz), se pasaba el día entre callejones oscuros (para no encontrarse con nadie) y encadenaba al corazón (para que los latidos fueran a un ritmo normal.) Le pintaban el amor como si fuera algo bonito, y realmente el amor no era una pintura, era un garabato. 'Necesitas amor para ser feliz.' Mentira. El amor duele.

sábado, 12 de abril de 2014

Locuras.

Baila al son de la música,
haz que hasta las flores te tengan envidia,
que las mariposas de tu estómago no paren de revolotear,
que las estrellas se enamoren de ti.
Ponte esa falda de vuelo
y gira, y gira, y gira,
gira hasta que lo veas todo borroso,
hasta que te olvides de quien eres,
ríete todo lo que puedas,
hasta llorar.
Piérdete por las calles de Madrid o por las de Nueva York,
que más da el sitio,
recorre las calles saltando y bailando,
enamórate de alguien por la calle que jamás volverás a ver,
gasta todo tu dinero.
Mánchate de barro,
gira cuesta abajo,
tírate al mar,
vuélvete loca.
Porque al fin y al cabo, para eso está la vida ¿no?
Para pasarlo bien  y hacer locuras.

sábado, 6 de julio de 2013

Billetes de viaje a otro mundo.



Muchas veces me imagino otros mundo, me imagino a mí viajando por donde quiero sin nada que me pueda parar. Que pena que todo eso solo esté en mi cabeza. 

Siento que este no es mi mundo, no es mi lugar. Sueño con princesas y príncipes, con caballeros y hechiceros, con magia y poderes, con dragones y unicornios, pero sé que no hay nada de eso, y me agobio, me ahogo. Y entonces pienso, ''Que mundo más aburrido''. La única manera que tengo de salir de aquí para dejar de ahogarme es imaginar. ¿Y qué mejor manera para eso que leer un libro? Sí, un libro. Esas puertas que te llevan a otros mundos hechos a tu manera, donde tu te imaginas todas y cada una de las cosas, donde sí que existe la magia y no te preocupas por nada de lo que piensen los demás, simplemente disfrutas. Disfrutar y soñar. Desconectar de este mundo. Eso a veces hace falta.


Tal vez os parecerá una tontería. ''Los libros son un aburrimiento'', diréis algunos. Pues bien, para mí son algo más que libros. 

Son mi billete de viaje.